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El Problema de Robinson Crusoe

Mare Tranquiltatis

El pecado de la carne

Leo en Concolocorvo ("Lazarillo de ciegos caminantes", memoria argentina - Emecé, 1997: 35) que los gauderios o gauchos salen a veces en grupos de cuatro o cinco "con pretexto de ir al campo a divertirse, no llevando más prevención para su mantenimiento que el lazo, las bolas y un cuchillo. Se convienen un día para comer la picana de una vaca o novillo: lo enlazan, derriban y bien trincado de pies y manos le sacan, casi vivo, toda la rabadilla con su cuero, y haciéndole unas picaduras por el lado de la carne, la asan mal, y medio cruda se la comen, sin más aderezo que un poco de sal, si la llevan por contingencia."

Brillante descripción, que muestra que, ya en 1771, nuestro gusto por la carne estaba bien desarrollado (también prefigura, in a nutshell, la violencia de "El matadero", de Echeverría, que a su vez anticipa o define toda la violencia que ha caracterizado nuestra historia antigua y reciente). Esa voracidad carnívora estaba inducida, sin dudas, por el exceso de oferta de carne, traducida en la existencia de miles de vacunos que eran - a esa altura - casi un bien público. El costo de un churrasco era sólo el del esfuerzo de matarlo y cocinarlo (malamente, como vimos).

Eso llevaba a excesos como los que cuenta Concolocorvo: "Otras veces matan una vaca o novillo sólo para comer el matambre [...]. Otras veces matan solamente para comer una lengua, que asan en el rescoldo." ¡Una vaca muerta sólo por comer su lengua! ¿Era un exceso? En algún sentido, sí; económicamente (al menos desde la óptica privada de cada gauderio) era una consecuencia lógica de una sobreabundancia de animales cimarrones y de las dificultades tecnológicas de mantener la carne en buen estado una vez muerto el animal (Nota 1: Las 6 vacas y el toro, dejados por Pedro de Mendoza en 1538, con una tasa neta de crecimiento de - digamos - 6% anual, se habían convertido más de 5 millones de cabezas; con una tasa del 7%, más de 45 millones. Nota 2: La abundancia también era un desincentivo para la innovación tecnológica: ¿para qué inventa formas de conservar la carne si era más fácil y barato conservarla viva?).

 La imagen también refleja - creo - el "pecado original" de la Argentina: si es tan barato producir derivados de la producción agropecuaria, ¿para qué industrializarse? Las ventajas comparativas muy sesgadas nos jugaron en contra desde siempre (al menos respecto al objetivo de aumentar la oferta local de bienes importables), como señala Rollo Tomasi en su bitácora[http://lacienciamaldita.blogspot.com/2005/11/inflacin-estructural.html).

¿Dónde está la utilidad de nuestra utilidades?

"¿Dónde está la utilidad de nuestras utilidades?/Volvamos a la verdad: vanidad de vanidades". Así escribe Antonio Machado, en el XXVII de sus "Proverbios y Cantares". No sé si estoy extrapolando mucho, pero me parece una manera muy elegante y poética - cuasi filosófica - de resaltar la importancia de un análisis correcto del indicador estrella de la conveniencia de un proyecto, el Valor Actual Neto, o VAN.

El VAN es eso, "vanidad de vanidades" si no lo leemos de manera correcta. ¿Cuál es esa manera? Primero, entender qué significa. Luego, detectar cómo se genera: "dónde está la utilidad de nuestras utilidades".

El VAN se define, como es sabido, como la suma actualizada de todos los flujos netos del proyecto (es decir, los flujos que el proyecto genera cada período, definidos como los ingresos menos todos los costos relevantes), menos la inversión inicial. Ahora bien, si al calcular los flujos netos hemos restado todos los costos; si los hemos luego actualizado por una tasa de descuento, y si hemos finalmente restado la inversión, significa que al calcular el VAN hemos considerado todos los costos, incluso el costo de oportunidad del capital (en la tasa de descuento). Por consiguiente, el VAN refleja la riqueza neta que el proyecto creará - si lo ejecutamos correctamente - por encima de la rentabilidad alternativa (medida por la tasa de descuento). Si la rentabilidad alternativa refleja adecuadamente el riesgo del proyecto y mide la rentabilidad de la mejor alternativa de inversión en ese mercado, entonces el VAN expresa una renta económica.

¿Qué significa esto? Que el proyecto obtendrá una ganancia extraordinaria por encima de la rentabilidad del mercado. Pero en un mercado competitivo es muy difícil obtener una rentabilidad extraordinaria, pues la fuerza de la competencia lleva - en el mediano/largo plazo a que la rentabilidad que se obtiene de un emprendimiento tienda a igualarse con la de mercado. ¿Entonces? Entonces, el VAN puede ser una "vanidad de vanidades": puede estar midiendo no una renta económica sino mostrando un error en las proyecciones (¡muy optimistas!) o en la tasa de descuento (no refleja la mejor rentabilidad alternativa).

Si descartamos esos errores, debemos justificar por qué el proyecto obtendría una renta económica: ¿por qué razón, de qué manera, está el proyecto evitando la competencia, y mejorando la rentabilidad de mercado?

La pregunta es, entonces, sobre dónde está la utilidad de nuestras utilidades. ¿Dónde se genera el VAN? ¿Cuáles son los factores - nuestra utilidades - que generan valor? El arte de la evaluación de proyectos está en la determinación de esos factores críticos. Calcular el VAN es sólo el primer - e insuficiente - paso del proceso: el verdadero objetivo es entender por qué, y de qué manera, el proyecto genera un VAN positivo (o negativo). Como dice también Machado: "Bueno es saber que los vasos/Nos sirven para beber/Lo malo es que no sabemos/Para qué sirve la sed".

El efectivo es rey (hasta cierto punto)

Que el efectivo es rey (cash is king) es un mantra que repiten todos los libros de texto de finanzas y evaluación de proyectos, y es correcto. Pero en todo caso se trata de un rey constitucional, es decir, con algunas limitaciones.

La evaluación de proyectos como la entendemos - es decir, aplicando el análisis costo beneficio - tiene como función objetivo y pauta de comparación a la generación de valor. Un proyecto es conveniente porque, bajo ciertas condiciones, genera valor. Ese valor lo medimos como la suma actualizada de todos los flujos netos que generará el proyecto, menos la inversión inicial. Es decir, con el VAN.

Ahora bien, el VAN tiene sentido si los flujos que utilizamos para calcularlo están bien estimados. Es decir, si son los flujos relevantes para el decisor. La regla "cash is king" es una de las que nos aseguran que los flujos que incorporamos en el cálculo del VAN son los correctos. La regla es válida porque, en el caso de una evaluación privada, evita que consideremos como flujos relevantes a lo que sólo son asientos contables.

El ejemplo más claro es la depreciación de los bienes de uso. Como se sabe, el monto que podemos asignar cada año como depreciación de los activos del proyecto es un costo contable, pero no representa una salida de fondos. Lo consideramos como un costo para estimar el resultado que será afectado por el impuesto a las ganancias, pero luego lo dejamos de lado. Esto es correcto porque - en el caso de los activos - la salida de fondos se produjo cuando se compró el bien, no cada año.

En el caso de una evaluación desde el punto de vista de toda la sociedad, sin embargo (e incluso al considerar ciertos beneficios privados), si bien lo contable sigue sin interesarnos (y ni siquiera nos importa su impacto en el pago del impuesto a las ganancias, pues el mismo es, socialmente, sólo una transferencia), a los flujos financieros debemos incorporar también los económicos. Mejor aún, desde la óptica social primero estimamos los flujos económicos y luego - en la medida que sean diferentes - los financieros.

Un ejemplo aclarará la cuestión. Supongamos un proyecto consistente en dar educación primaria a niños carenciados. Desde el punto de vista privado, el beneficio (económico) principal será la generación de ingresos por matrículas, es decir, tendrá un correlato financiero directo... o probablemente no. Como los beneficiarios difícilmente puedan pagar una matrícula mensual que cubra los costos docentes y de otro tipo, lo más posible es que ese proyecto no sea privadamente rentable. Pero esa es otra historia; lo que nos interesa remarcar ahora es que los beneficios (privados) equivaldrían a los ingresos financieros que el privado recibe, si esos ingresos existieran.

Ahora bien, ese proyecto tiene otros beneficios, que no necesariamente capta la escuela. Por ejemplo, la mayor empleabilidad de los alumnos que terminan su curso. Este efecto es claramente un beneficio, económico y social. Es un beneficio pues hay una generación de valor, pero es económico pues no tiene un correlato financiero directo sino "difuso", en el sentido de que no genera un flujo financiero que pueda captar la escuela, sino que el valor generado lo captará, eventualmente, cada alumno, en la forma de un diferencial positivo de sus futuros salarios. Al mismo tiempo, también por eso es "social", pues lo capta "la sociedad" (a través de los alumnos), más allá del propio proyecto.

De modo que el "cash is king" es una buena regla para armar el flujo de fondos, pues nos de un criterio claro para no considerar movimientos contables, que no generan - en sí mismos - valor. Pero esto vale sobre todo para la evaluación privada; en la social, como lo que nos interesa, siempre, es medir la generación de valor, podemos encontrar una divergencia entre el valor generado por el proyecto y los flujos financieros que permiten que ese valor sea captado por alguien.

El problema de Robinson, o, ¡es la preinversión, estúpido!

El título de esta bitácora puede parecer oscuro - o demasiado claro. En cualquier caso, no parece demasiado adecuado a una bitácora sobre evaluación de proyectos. Sin embargo, me parece que la figura de Robinson, y varios de los episodios de su vida y de su estadía en la isla, son muy ilustrativos para los evaluadores de proyectos y los inversores.

Obviamente, Robinson Crusoe estaba en un problema cuando naufragó en su isla. La definición de ese problema fue cambiando con los días: cuando comenzó la tormenta y la nave encalló, el problema era sobrevivir al naufragio; cuando llegó a tierra, sobrevivir a un aislamiento total y sin recursos. Cuando pudo recuperar los recursos que estaban en la nave, e instalarse, su problema fue cómo salir de la isla. Cuando se convenció de que eso no era posible, su problema fue cómo armar un modo de vida sustentable, con los recursos que disponía.

¿A cuál de todos los problemas me refiero? Uno en particular fue el que nos hizo elegir al título - y a la figura de Robinson - para identificar esta bitácora: el famoso episodio de la construcción de la canoa.

Si recuerdan, al poco tiempo de estar en la isla a Robinson se le ocurre hacer una canoa vaciando un árbol, al estilo indígena. Elije "un cedro como el Líbano no suministró uno igual a Salomón para la construcción del templo de Jerusalén: tenía por la parte de abajo del tronco cinco pies y medio de diámetro [aprox. 1.6 metros], y su altura, hasta las ramas, era de treinta y dos pies [aprox. 10 metros][...]."

Luego de 155 días de arduo trabajo fue dueño "[...] de una hermosa piragua, capaz de contener veintiseis hombres, y por consiguiente de conducirme con toda mi carga." Su alegría fue intensa, como intensa fue su desazón cuando comprendió que le sería imposible botarla al mar: ¡el árbol que había elegido estaba demasiado lejos de la costa!

El problema de Robinson fue que incurrió - para su desdicha - en el "pecado original" de muchos proyectos: pasar de la idea a la ejecución, sin formularlo adecuadamente, sin evaluarlo, sin prever factores de riesgo. Imaginó, sin cálculo alguno, un VAN positivo. Pero el VAN se hace efectivo cuando el proyecto puede ejecutarse y operarse según lo previsto; una adecuada preinversión (identificación, formulación y evaluación del proyecto) aumenta las probabilidades de que eso suceda... o detecta que es mejor no realizarlo.

Reconozco que en su caso la ansiedad por salir de su dura situación puede haberlo llevado a esa costosa omisión.  Para el resto de nosotros, que - por suerte - encaramos proyectos sin la presión de la supervivencia y con más apoyo que el pobre Robinson, omitir una adecuada formulación y evaluación del proyecto es menos disculpable.

Todo proyecto debería atravesar un ciclo de vida: la preinversión (los estudios donde se lo identifica, formula y evalúa), la inversión (cuando se comienza a realizarlo) y la operación (cuando se entra en producción). Estas etapas pueden hacerse más cortas o más largas, según la complejidad del proyecto o los recursos disponibles. Pero deben cumplirse, de modo de evitar, como dice Robinson, "la gran locura que significaba emprender una obra antes de haber calculado lo que costaría el ejecutarla".

 

¿Tu también, bruto, Robinson?

Agregar otro blog al ya vasto universo existente no parece una muy buena idea, como no lo era, para Robinson, embarcarse y ver mundo en lugar de iniciar una vida tranquila y ordenada con el negocio de su padre.

Sin embargo, hay razones irresistibles: tal como cuenta Robinson que lo sedujeron para su primer viaje con el argumento, "habitual en los marineros", de que no le costaría nada, publicar un blog no cuesta nada (salvo tiempo), y ofrece los (virtuales) (wharholianos) quince minutos de fama. ¿Por qué no hacer uno, entonces, y tentar a la fortuna para lograr al menos algunos lectores?

Para tranquilidad de los otros navegantes, con este blog no busco agregar uno más al universo de los blogs personales, o al de los autorreferenciales, ni el objetivo del mismo es tomar a los propios blogs como objeto de reflexión  (campo que parece bastante propicio para generar bloggers). Mi intento es más modesto: producir un blog académico, donde pueda difundir y confrontar mis ideas acerca de la preparación y evaluación de proyectos y de temas relacionados.

La visión que privilegie será la de un economista, de modo que "evaluación de proyectos" significará "análisis costo beneficio", tanto en su versión privada (financiera) como económica ("social", "societal", o como gustéis). También, siendo economista, tengo cierta tendencia a ver el mundo en una perspectiva de mercados, incentivos y -obviamente- costo beneficio, de modo que los proyectos no se limitarán a la construcción de fábricas, compras de equipos y otras inversiones "productivas", sino que la idea es incursionar -opinando- en todas las áreas donde hombres y mujeres invierten recursos para obtener algún beneficio.

Así que comenzamos estas singladuras (ya que en Internet se navega) con  rumbo abierto, bajo la advocación de Robinson Crusoe. ¿Por qué él, se preguntarán? La respuesta es motivo del próximo artículo.